Entrevista a Fernando Calderín
Aparejador de la Constructora Pérez Moreno
‘En los 70 todo lo hacíamos a mano, no teníamos la tecnología que hay ahora, pero íbamos a muerte con cualquier obra que saliera’
Tras 41 años trabajando en la constructora Pérez Moreno, Fernando Calderín se despedirá en pocos meses con la misma alegría y satisfacción con la que entró a formar parte de este negocio familiar de enorme prestigio. Llegó a dirigir simultáneamente nueve proyectos y a organizar equipos de hasta 150 personas como técnico de la ejecución de las edificaciones de la empresa constructora del Grupo, y siguiendo siempre las premisas transmitidas por los socios fundadores: seriedad, lealtad y honestidad. Se siente parte de la historia laboral de la empresa, y a poco de culminar esta etapa recuerda los hitos que han marcado la evolución de una de las tres mayores empresas de Canarias en el sector de la construcción, que deja en lo más alto.
Fernando Calderín se retrotrae hasta 1978, cuando con 28 años entra de aparejador en la constructora Pérez Moreno, tomando conciencia de la extraordinaria implicación de los hermanos fundadores en la aventura empresarial. Necesitaban un jefe de obra y se incorporó de forma inmediata. Empezaba así una aventura profesional llena de satisfacciones, experiencia y crecimiento personal que relata en formato pregunta-respuesta a lo largo de una emotiva entrevista.

¿Cómo entró en la empresa?
En 1978 hacía falta un técnico y a través de un primo hermano mío, casualmente amigo también de Basilio Pérez Moreno y su mujer, le hablaron de mí y al día siguiente empecé a trabajar. Fue el 15 de noviembre de ese mismo año. Recuerdo mi primer día. Estaba muy feliz y satisfecho porque era una oportunidad importante entrar en una empresa con un nombre en el mercado. Me hacía mucha ilusión. Éramos muy pocos en aquella época. Estaba Ignacio Pérez Moreno como responsable, Adelino Pérez de la Paz, aparejador, Juan Cabrera Corvo, topógrafo, y yo. Solo éramos tres en aquel momento. También estaban en la parte administrativa Juan Esparragón, Guillermo Mendoza y Francisco Marichal, personal de caja y Rosa y Elisa, del departamento de administración, además de Miguel Martínez, personal de confianza de los fundadores desde sus inicios.
¿Qué obras tenían en marcha la constructora en ese momento?
El edificio Mirador, en la subida del Paseo de San Antonio, era el que estaba en marcha en aquel momento. Normalmente ejecutábamos todas las promociones de SOLINCA, la inmobiliaria. Yo me encargaba de la parte de ejecución de edificación. Llegué a llevar simultáneamente nueve obras, no solo de edificación sino todo tipo de obra, sobre todo también de la Administración Pública, a la que licitábamos continuamente. Hoy en día eso sería imposible. Todo lo hacíamos a mano, escribíamos todo y no teníamos la tecnología que hay ahora. Íbamos a muerte con cualquier cosa que saliera. Promociones de vivienda hicimos varias, destacaría una de principios de los años ochenta, el Edifico Albert en Telde, en honor a Alberto Utrilla Calvo, que fue director administrativo de la constructora y falleció prematuramente a los 29 años, de ahí el nombre del edificio. El éxito de ventas que tenía SOLINCA es que vendía los edificios de la constructora sobre plano, antes de terminar la obra, ya en aquellos años. Hoy en día también se funciona así en un alto porcentaje.
¿Cómo se ha sentido trabajando tantos años en la misma empresa?
Pues muy feliz cuando entré y, le aseguro, que igual de feliz cuando me marche, que será dentro de poco. Los hermanos Pérez Moreno me acogieron como uno más y me hicieron sentir como de la familia. De ellos resaltaría las siguientes virtudes: Domingo, el hermano mayor, tenía una capacidad de decisión rapidísima y acertada, específica para cada momento. Basilio era un hombre muy recto, muy meticuloso. Le gustaban las cosas perfectamente hechas. Es un hombre que le daba vueltas a todo para que quedara perfecto. Pedro era un gran trabajador con un corazón de oro con una virtud natural de entenderlo todo sin darle muchas vueltas. Ignacio era un líder nato y arriesgaba. Todos ellos, en el plano personal y profesional, se complementaban a la perfección, y cada uno tenía su parte y su responsabilidad en la empresa bien definidas. Trabajábamos bajo las premisas que nos transmitían los fundadores, seriedad, lealtad y honestidad. Todas ellas nos servían para dirigir equipos de trabajo de hasta 150 personas, en momentos puntuales. Hemos hecho obras en Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura, y Tenerife. La mayoría de ellas en Gran Canaria. Construimos la planta hotelera de RELAXIA, en las islas, además del parque acuático, AQUALAVA en Lanzarote, y a excepción del Hotel Relaxia Olivina Lanzarote, que se ha adquirido recientemente.

¿Qué destacaría de la importancia del Grupo Pérez Moreno en el tejido empresarial de Canarias?
Pérez Moreno tiene un prestigio labrado durante estos 50 años. Un prestigio que le ha acompañado a lo largo de todos estos años. El Grupo emplea a más de seiscientas personas, que es el principal valor que tiene esta empresa, y siempre lo ha tenido. Si incluimos a empresas externas, en el grupo trabajamos con más de 250 proveedores y empresas de servicios e industriales. Eso nos sitúa como una de las mayores empresas de Canarias, entre las tres primeras diría yo en nuestro sector.
¿Cómo ve a la segunda generación familiar, a cada uno de los responsables que lideran las empresas en la actualidad?
A todos ellos les gusta lo que hacen y se ve que han venido a trabajar muy motivados. Dan ejemplo de ello cada día. Son gente muy válida. Javier, presidente del Grupo, tiene una gran capacidad de trabajo. A mi me ha impresionado la rapidez con la que ha subido él, como persona, y como empresario. Sabe estar muy cerca del día a día, tanto de los temas empresariales como en los temas personales de los empleados. Eso es muy importante para los trabajadores. Juan Luis, consejero delegado de Relaxia, es un trabajador nato, como Pedro, su padre. Ama lo que hace y tiene las cosas muy claras. Tiene una gran capacidad de trabajo.
Mª Carmen, consejera delegada de Solinca, por su parte es muy sencilla, cercana y familiar. Ha sabido afrontar con empeño el relanzamiento de la inmobiliaria. La ha situado donde tenía que estar, en lo más alto, después de unos años duros que hemos pasado en la economía en general. Ha visibilizado la marca SOLINCA en el mercado con su esfuerzo. Los tres aseguran la estabilidad y continuidad del Grupo con todas las garantías, y mejor situados que nunca, con una proyección a futuro sólida e importante.
Quiero hacer resaltar, que hay otro miembro de la familia, Luís Pérez Zúñiga que ha trabajado en la constructora conmigo en estos últimos años, día a día, codo con codo, que por su nivel de implicación, trabajo, dedicación y conocimientos es un potencial extraordinario que tenemos. Un verdadero lujo para la constructora en estos tiempos que corren en que los se necesitan mandos de su nivel.
¿Cómo espera despedirse de su etapa laboral en el Grupo Pérez Moreno?
Pues igual de feliz que entré. He puesto mi granito de arena en el crecimiento de esta empresa. El cambio generacional se ha hecho con mucha cabeza, más si cabe habiendo pasado una gran crisis como la que hemos pasado recientemente. Esta nueva generación familiar, con casi 20 años de actividad plena, se nota que son gente muy preparada, muy válida, que han entrado ya con una preparación envidiable y han venido a trabajar, todos ellos por igual. Tienen un protocolo familiar que hace que todo funcione perfectamente. Eso da mucha tranquilidad, tanto a la empresa como a los trabajadores. Cuando has estado trabajando mano a mano, como yo, con los fundadores de la empresa y ves entrar a las nuevas generaciones – al principio siempre bajo la supervisión de los mayores -, hay una incertidumbre muy grande, pero en Pérez Moreno eso ha hecho que la empresa se reforzara aún más, lo que ha supuesto una gran satisfacción. Esta segunda generación ha traído mucha tranquilidad y me marcho con el convencimiento de que todo seguirá funcionando estupendamente.